martes, 10 de abril de 2012

Hablar en Público: El ritmo.

“El ritmo es la ordenación del movimiento.”
         Platón (428 a.C.-347 a.C.) filósofo griego, alumno de Sócrates y maestro de Aristóteles.”



El hablar en público necesita, de la misma forma que una obra musical, del ritmo para contar la historia que necesitemos.  Probablemente, si estamos comenzando en este arte de hablar en público, el miedo nos traslade la necesidad de finalizar pronto y aceleremos el ritmo para terminar cuanto antes.  Y si ya tenemos experiencia, puede que lo que ocurra sea lo contrario, precisamente que nos encontremos a gusto y queramos mantener esta sensación ralentizando el ritmo.

En cualquier caso, cada mensaje tiene un ritmo determinado, que variará en función del énfasis y rotundidad que queramos darle a ese mensaje.  A ello nos ayudará las pausas y sobre todo que nuestra voz se acompase con lo que contemos.  El ritmo de la voz del orador ha de amoldarse a lo que está contando.

Si estuviésemos escribiendo un libro, el ritmo también lo podríamos controlar con la longitud de las frases, pero no debemos olvidarnos de la brevedad, así que nuestras frases y párrafos necesariamente deberán ser cortos.

También podemos utilizar una serie de técnicas narrativas para proporcionar un ritmo sinuoso y desigual.

Para ralentizar el ritmo:
  1. Cuando contemos algo, podemos ir en una dirección, y de repente retroceder un poco para completar lo relatado, y luego continuar.
  2. Podemos también dar saltos hacia el pasado, de forma que como un “flash-back” retrocedamos hacia un punto determinado.
  3. Haremos uso de pausas y silencios, como recurso para modificar el ritmo.
  4. También podemos relatar cuestiones paralelas que ocurren de forma simultánea.
  5. O bien podremos utilizar las repeticiones, para subrayar algo importante.
Para acelerar el ritmo podremos: 
  1. Utilizar el estilo directo.
  2. Los resúmenes, que se producen cuando ya se ha descrito algo y hemos de volver a explicarlo.
  3. Las elipsis narrativas, que consistiría en hacer avanzar el tiempo de la historia, con un avance mínimo del tiempo de la narración.
La voz también es muy importante en el ritmo, de tal forma “el tono” que empleemos dará un significado a lo que decimos.  Cuanto más grave sea, mas seriedad transmitiremos, y cuanto más agudo sea, añadiremos una nota de desenfado.  Además podremos variar el tono dentro de un mismo párrafo para variar completamente el ritmo, pero es un recurso que debemos utilizar con cuidado.

También podemos variar “el volumen”, imprimiendo diferentes matices al discurso mediante la modulación de la voz.  Y además acompañarse de “la expresividad” con la cual nos adecuaremos al sentido de la narración.  Mediante la expresividad, nuestra voz podrá ser cálida o fría, anhelante, acariciadora, tierna, distante, amenazadora, permisiva, despreciativa, etc.

Así pues, nuestra voz tiene tres herramientas muy importantes, el tono, el volumen y la expresividad, cuyo dominio nos permitirá la adaptación perfecta del discurso a su contenido.

Como último recurso del ritmo, hablaremos también de la empatía.  Es necesario que cuando hablemos nos sintamos inmersos dentro del discurso y ello nos dará la fuerza interna necesaria para articular el resto de recursos.

Tendremos, pues, tres recursos importantes para regular el ritmo de nuestro discurso, el estilo y las técnicas narrativas que utilicemos en el relato, que podrá acelerar o dilatar el tiempo; tendremos también la voz con su tono, volumen y expresividad; y deberemos empatizar con lo que contemos.

lunes, 2 de abril de 2012

Hablar en Público: La modestia.

“No seas tan humilde, no eres tan grande.”
         Golda Meir (1898-1978) política, diplomática, y cuarta Primera Ministra de Israel.”



El pasado 26 de febrero se celebró la ceremonia de entrega de los Oscar2012.  Para aquellos que como yo son amantes del séptimo arte fue un día interesante, en el que destacaron “The Artist” y “La invención de Hugo”, llevándose ambas películas cinco estatuillas cada una.  No obstante, para mí la gran ganadora fue Meryl Streep por su fantástica interpretación en “La Dama de Hierro”.

En esta ocasión, acompaño el discurso de Meryl, y quiero aprovechar la ocasión para destacar la utilización de “la humildad” en los discursos.  Meryl subió al estrado, y con esos gestos habituales en sus interpretaciones de tocarse la cara y quitarse las gafas, dijo lo siguiente: “Puedo oír a América diciendo: Oh, no.  Ella.  Otra vez.”

Estas palabras le han proporcionado unas interminables críticas sobre su falsa humildad, y que en Estados Unidos lo comienzan a llamar “humblebrag”, que viene de la unión de “humble” (humilde, en inglés) y “brag” (presumir, inglés).  Le achacan en esa falta de humildad o falsa de modestia, que se quite importancia, cuando en realidad está haciendo todo lo contrario, y nos estaría recordando que tiene más nominaciones y estatuillas que cualquier otro actor vivo.

¿Debemos ser humildes y modestos?, o por el contrario, ¿debemos confirmar nuestros logros para que los demás los conozcan?

Difícil cuestión, que a lo largo de la historia ha tenido partidarios y detractores.  Por ejemplo:
  • A favor nos encontramos a Quinto Horacio Flaco, que dijo: “Los ríos más profundos son siempre los más silenciosos.”.  La Bruyère, que dijo: “La modestia es al mérito lo que las sombras a la figura de un cuadro: le da vigor y relieve.”. 
  • En contra nos encontramos a Shopenhauer, que dijo: “La modestia es una virtud inventada principalmente para el uso de los pícaros.”.  Jean Petit Senn, que dijo: “Si la hipocresía muriera, la modestia debería ponerse, por lo menos, de medio luto.”. 
Quizá el filósofo que mejor refleja cómo se debe utilizar la humildad es Baltasar Gracián, que en su obra “El Oráculo manual o el Arte de laPrudencia”, nos dice:

117. Nunca hablar de sí. O se ha de alabar, que es desvanecimiento, o se ha de vituperar, que es poquedad; y, siendo culpa de cordura en el que dize, es pena de los que oyen. Si esto se ha de evitar en la familiaridad, mucho más en puestos sublimes, donde se habla en común, y passa ya por necedad qualquier apariencia della. El mismo inconveniente de cordura tiene el hablar de los presentes por el peligro de dar en uno de dos escollos: de lisonja, o vituperio.”

Recuerdo que cuando estaba realizando el Máster de Recursos Humanos por la Empresa-Universidad de Zaragoza, a principios de los noventa, teníamos como profesores a algunos de los directivos de Recursos Humanos de General Motors en Zaragoza.  Uno de estos profesores era Joaquín Paricio Argüelles, quien en una de sus clases nos explicaba la importancia de no utilizar el “yo” constantemente, tan importante era para la compañía, que trasladó a varios de sus directivos a Alemania, durante una semana, para formarse en comunicación, y sobre todo para eliminar el “yo” de sus discursos.

Mi consejo sería que hemos de evitar hablar de nosotros y retirar la palabra “yo” de nuestros discursos, pues hace que parezcamos unos engreídos que solo sabemos hablar de lo nuestro, y si ha de hablarse de nosotros, que sean terceras personas quienes lo hagan.  Y si de todas formas, es necesaria la referencia a nosotros mismos, que sea con modestia y con una humildad verdadera.