“El que ha comenzado bien, está a mitad de la obra.”
Horacio (poeta romano – 65 a.C. al 8 a.C.)
“El inicio es la parte más importante del trabajo.”
Platón (filosofo griego, alumno de Sócrates y maestro de Aristóteles – 428 a.C. al 347 a.C.)
Cuando vayamos a comenzar a hablar, primero hemos de esperar a que se haga un silencio absoluto. Normalmente se nos presentará, y en caso contrario deberemos hacerlo nosotros mismos, pero de cualquier forma y antes de decir una sola palabra, hemos de procurar que no exista ningún elemento que pueda distraer o desviar la atención de nosotros. Tres o cuatro segundos de silencio absoluto bastará.
Ya hemos hablado en otro artículo anterior de “tener presencia”, así que no hemos de olvidar que la forma de acceder y de permanecer en el estrado, debe manifestar nuestra seguridad en nosotros mismos y generar confianza.
Se nos va a evaluar en todo momento y esa evaluación generará la “primera impresión”. Seremos etiquetados por la imagen que transmitamos, y solo tendremos una única oportunidad para dar esa primera impresión, así que aprovechémosla.
Antes de comenzar, si se nos ha presentado podemos añadir algún detalle que consideremos relevante, y aprovechar la oportunidad para ser humildes con los halagos que nos hayan hecho.
Si no se nos ha presentado, será el momento de hacerlo. Pensemos en los datos que le interesa a nuestro público, seamos sinceros y humildes, y no empleemos más de un minuto en ello. Y posteriormente dejemos otros dos segundos de silencio absoluto antes de comenzar con la apertura.
La apertura no forma parte del cuerpo de la presentación y hay que planificarla después de que éste haya sido debidamente estructurado.
Una apertura bien planificada ayuda a aumentar la seguridad en uno mismo y establece de forma rápida un vínculo positivo entre el orador y su auditorio. Nunca lo considere un trámite, y dedíquele una especial atención, y medite mucho lo que va a decir y como lo va a decir. Tenga preparadas distintas alternativas y al final decida por aquella que considera más original y creativa, y que se adecúe a la situación.
El propósito de la apertura de cualquier presentación es diferente e independiente del Cuerpo de la misma, pues su objeto será el de atraer favorablemente la atención del auditorio hacia el orador. Conseguir que este auditorio olvide lo que se haya dicho anteriormente y abandone sus pensamientos fijando su atención positiva en el orador, en nosotros.
La apertura será el momento para llamar la atención, será el momento de incitar a la curiosidad, será el momento de comentar un hecho escandaloso, de realizar una afirmación que involucre al oyente, y que incluso consolide el mutuo interés entre nosotros y nuestros oyentes.
Los primeros minutos de una presentación son cruciales para asegurar el éxito de lo que se va a decir.
Debemos colocarnos ambos, la audiencia y nosotros mismos, en un primer plano en el que estamos unidos. Debemos evitar el “yo” que nos dejará en una situación de soledad ante nuestros oyentes, y puede que también los situé en una posición contraria a la nuestra. Cambiemos el “yo” por el “nosotros”.
Una vez realizada esa apertura impactante para llamar la atención, inmediatamente hemos de explicar nuestro criterio, nuestro punto de vista en cuanto al tema tratado, y aportar nuestra experiencia personal y la relevancia de la misma en cuanto al tema abordado.
A estas alturas el auditorio ya debe estar interesado, por lo que será el momento de conducirles, consolidando su interés, a medida que se profundice en el tema. Será el momento de comenzar con el “Cuerpo”.
Acabaré con una cita de Greville Janner: “El velocista que hace una mala salida difícilmente puede llegar el primero a la meta”.
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