jueves, 23 de febrero de 2012

Hablar en Público: La brevedad.

“Entre dos explicaciones, elige la más clara; entre dos formas, la más elemental; entre dos expresiones, la más breve.”
Eugeni D’Ors (escritor, ensayista, periodista, filósofo y crítico de arte español, 1882-1954)






Una vez superado el miedo inicial, nos quedarán dos cuestiones que resolver, la primera será la naturalidad, el ser nosotros mismos; y la segunda será la brevedad, que es el tema del que vamos a hablar hoy.

Hablar en público, una vez superadas las barreras iniciales, puede convertirse en una adicción. Te encuentras a gusto, ves que el público te escucha y quieres mantener esa sensación alargando tu mensaje. Hay estadistas que han superado con creces las ocho horas en sus discursos, como Fidel Castro. La verdad es que a mí se me hace muy duro prestar atención durante más de una hora, aunque el tema me resulte muy interesante, y sería un suplicio si no lo fuera.

Sin embargo deberemos ser breves. Algunos pensarán que lo que ha escrito no se puede resumir porque le quitaría la esencia. Sin embargo, y los periodistas lo saben muy bien, todo se puede resumir todavía más. Los anuncios de la TV, por ejemplo, nos cuentan historias completas en menos de un minuto. Se trata de un ejercicio que requiere mucho esfuerzo para poder elegir las palabras apropiadas.

Hay quien pensará que bastará con ir más rápido. Esto mismo le pasaba a D. Manuel Fraga en muchos de sus discursos frente a D. Felipe González. Fraga era una persona con una gran capacidad intelectual y rapidez de ideas, mucho más que la velocidad de sus palabras. Intentaba resolverlo aumentando la velocidad de sus palabras y bajando la intensidad de la voz para compensar, y la consecuencia era que se le entendía muy mal.

Tómelo como una regla de oro, sea breve. Más que breve, sea muy breve. El diccionario de la Real Academia Española, define breve como: “De corta extensión o duración.”, pero para nuestro caso no significará hablar poco, sino ajustarnos al mensaje no introduciendo frases innecesarias. Si hemos preparado nuestro discurso para un tiempo determinado y hemos ajustado nuestras ideas a ese tiempo, cumpla su objetivo dígalo en ese tiempo, y no le importe terminar antes.

El tiempo normal de una conferencia es de una hora. Nunca debe agotar este tiempo, y si ve que su público se está aburriendo, no alargue su agonía, pues su cansancio jugará en su contra. Recuerdo que un amigo político, como no tenía tiempo para poder reunirnos, me pidió que le diese unas pequeñas pautas por escrito, y se las di. Brevedad, brevedad y brevedad. Y acompañé algunos consejos más. Cuando fui a verlo al mitin que tenía que dar, vi que había seguido parte de mis consejos, y tan a gusto estaba él en el escenario, y veía al público que también estaba entregado, que decidió seguir y alargar innecesariamente su charla. Al final, el público casi le empezó a pedir que finalizase, y terminó cansándolo. Por el contrario, si hubiese acabado cuando tenía previsto, hubiese sido un éxito. Se olvidó de mis primeros tres consejos: brevedad, brevedad y brevedad.

Roosevelt en su Autobiografía decía: “No hables hasta que estés seguro de tienes algo que decir, y que sepas qué es lo que es, y luego siéntate.” Miguel de Cervantes también lo había explicado en Persiles y Segismunda: “No hay razonamiento que, aunque sea bueno, siendo largo lo parezca.”. Horacio también lo aconsejaba: “Sé breve en tus preceptos para que el ánimo los coja prontamente y los retengan con facilidad.”.

La brevedad es mas costosa, exige precisión y para ello hay que emplear más tiempo en la preparación, sobre todo en la selección de ideas y palabras. Winston Churchill lo explicaba perfectamente: “Si tengo que dirigir un discurso de dos horas, empleo diez minutos en su preparación. Si se trata de un discurso de diez minutos, entonces me lleva dos horas…”.

Si alguna vez les parece que no pueden ser mas breves, y que son incapaces de resumir lo que han escrito, recuerden el escueto informe que Julio César presentó al Senado a su regreso de la campaña contra el rey Ponto: “Veni, vidi, vici” (Llegué, vi y vencí). Ese sí que fue un buen resumen, y seguro que no aburrió.

4 comentarios:

  1. Me ha gustado bastante esta entrada. Y lo mismo que para el discurso hablado se puede decir para el escrito. Recuerdo que cuando era columnista de prensa quería que mi columna fuera cuanto más larga mejor, y porfiaba con el director para que me diera una más grande. Él me dijo que no me frustrara, que debería sentirme satisfecho, pues al tener una columna corta me aseguraba de que me leería más gente y, además, mi capacidad de síntesis mejoraría y me haría escribir mejor. Ambas cosas resultaron ser ciertas.
    Un saludo

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  2. Muchas gracias por tus amables palabras, que valoro todavía más al venir de un profesional de la comunicación y de palabra.

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  3. Buena entrada Juanjo!!. Al respecto, hay veces que tengo la sensación de que algunos conferenciantes intervienen "a espaldas" del auditorio. Ni saben quien tienen delante, ni intuyen sus intereses. Sueltan el rollo que hayan preparado, sin inmutarse. En fin, así vamos

    Ah!! y el video muy bueno...

    Me gusta la temática de tu blog, así que me pasaré por aquí y te haré difusión por "twitter".

    Un abrazo

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  4. Muchas gracias José Antonio, y un abrazo. Juanjo

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